El valor de las promesas en los negocios

Autor:

Maru Rodriguez

Por María Eugenia Rodríguez Calderón

Coach Ejecutivo, de Equipos y de Equipos en Empresas Familiares

Miembro de la Internacional Coach Federation (ICF)

Me gustaría comenzar planteándote la siguiente interrogante: ¿Estás consciente del número de veces que prometes cosas en un día?

Promesas a nosotros mismos (bajar de peso, ahorrar, cuidar la salud, y un largo etcétera); y promesas a los demás (voy a pasar más tiempo con la familia, a superar mi cuota de ventas, a ver a mis amigos, a llegar puntualmente, a aumentar el sueldo a mis colaboradores, y otro largo etcétera). 

Para mayor claridad, te invito a hacer un recorrido por un día cualquiera de tu vida. Supongamos, por ejemplo,  que al despertar conversas con tu esposo(a) mientras toman café y le dices inocentemente: “sé que es importante para ti mi amor, así que esta tarde sin excusa ni pretexto llegaré temprano a casa para que cenemos juntos”; sales de casa, y recibes un mensaje por whats app de uno de tus compañeros de trabajo que ha intentado localizarte sin éxito desde hace un par de días, y tú le contestas el mensaje diciendo: “voy con prisa, pero te busco en un par de horas para que me digas en qué puedo ayudarte”; llegas a la oficina, y tu secretaria que lleva cuatro meses esperando el aumento de salario que acordaste darle, te recuerda que ya había hecho planes pensando en ese extra de dinero, tú le dices: “este mes sí se verá reflejado tu aumento”. Todo esto, no me lo podrás negar, es muy factible que suceda antes del medio día de un martes cualquiera. Si te das cuenta, en ningún momento mencionaste la frase “te prometo que”, sin embargo, déjame decirte que con el uso de tu lenguaje, a todos les prometiste algo como si fuera deporte nacional; sin tomar en consideración que ya habías agendado una cena con un cliente muy importante – que por supuesto olvidaste –  y, por lo tanto, será poco probable que llegues a tiempo a la cena con tu esposo(a); olvidaste escribirle a tu compañero de trabajo, porque en realidad nunca fue una de tus prioridades y con tu mensaje sólo lo evadiste; y volviste a prometer un aumento cuya factibilidad ni siquiera has evaluado con el área de administración.

Tenemos la falsa idea de que la mejor forma de salir avante de momentos de presión  es prometiendo cosas, aunque inmediatamente después de prometerlas, ya estemos pensando en la justificación que daremos para no cumplirlas. Lo dije de broma, pero en realidad pareciera que prometer cosas es deporte nacional, pero uno con alto grado de posibilidad de lesiones, desde torceduras, fracturas, hasta aquellas capaces de poner en peligro la vida. Las lesiones que provocan el no cumplir las promesas pueden no ser físicas ni tangibles, pero sí enormemente costosas en dinero, tiempo, confianza y reputación por ejemplo.

Traigo a cuento todo esto, porque así como se da en nuestro día a día personal, se da también en las empresas, tanto en las grandes organizaciones como en las MiPyMES.

Nuestra sociedad ha desvalorado – sin estar consciente de las consecuencias de hacerlo – a las promesas. La “palabra de honor” que antes regía las relaciones en el comercio, hoy prácticamente está en peligro de extinción. Para muestra del valor que antaño tenían las promesas, te comparto dos ejemplos: uno de ellos se ubica en los tiempos de Marco Polo, en los que bastaba un acuerdo de palabra para comercializar y echar a andar el movimiento de un sinfín de mercancías a través de mar y tierra; el otro, un caso extremo, es el del cocinero y maitre Vatel,  creador de la crema chantillí,  quien se ¡suicidó! por no ser capaz de cumplir la promesa de hacer un gran banquete en honor a Luis XIV a la altura de lo prometido a la Casa de Condé, ya que no llegó el pescado a tiempo.

El hecho es que hoy tenemos que respaldar nuestras relaciones comerciales con contratos y demás documentos legales, porque ya no confiamos en la palabra del otro, necesitamos de instrumentos que nos obliguen a cumplir lo que prometemos y que obliguen a otros a cumplirnos lo que nos prometen – aunque a veces ni siquiera son suficientemente eficaces – porque los valores parecieran escapar por la coladera.

Las promesas son un recurso valiosísimo a la hora de coordinar acciones con los demás, y una empresa es el mayor ejemplo de ello, ya que necesitamos coordinar acciones tanto al interior con los colaboradores, como al exterior con los proveedores,  clientes, inversionistas, etc.

Al final, de lo que tenemos que estar conscientes es de que cada promesa que hagamos impactará en nuestras vidas y en las de los demás, y que una vez hecha, automáticamente se traduce en compromiso, responsabilidad, confianza, reputación y determinará el rumbo de nuestras relaciones con los demás, por ello se vuelve necesario que antes de prometer algo, valoremos las posibilidades de cumplirlo y las consecuencias de no hacerlo. Recuperemos el valor de las promesas, estoy segura de que vale la pena. A nadie le gusta sentirse defraudado o burlado, por eso, la próxima vez que prometas a un cliente llamarle, mantenerle el precio, ir a una cita, entregar la mercancía en una fecha; a tu director general cumplir la meta de ventas; o a tu inversionista generar una determinada utilidad en cierto tiempo, ¡házlo!  Hay una regla de oro de elemental lógica: ¡Si lo vas a prometer, cúmplelo; si no, mejor no lo prometas!

La reputación y la confianza en los negocios, son, sin duda, ingredientes esenciales. El valor de los negocios, no es sólo numérico, la reputación, el reconocimiento y la confianza vinculados a ellos son activos con un enorme peso, es más probable que puedas recuperarte de una mala racha financiera si tu nombre en el mercado está limpio y genera confianza, que de una mancha en tu reputación que rompe la confianza de tu mercado. Ya lo dijo Shakespeare: “…descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla…”

E-mail: coachmarurodriguez@gmail.com

Twitter: @marurodca

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