Sinceridad o “sincericidio” en las organizaciones

Autor:

Maru Rodriguez

Por María Eugenia Rodríguez Calderón

Coach Ejecutivo, de Equipos y de Equipos en Empresas Familiares

Miembro de la Internacional Coach Federation (ICF)

¿Cuántas veces han sido lesionadas autoestimas y relaciones en pro de la “sinceridad”?

Hoy te quiero invitar con estas líneas a reflexionar un poco acerca de para qué decimos lo que decimos, y a si de verdad eso que decimos abona a construir relaciones sanas y virtuosas en el interior de nuestra organización.

A lo largo de mi vida, he escuchado en un sinfín de ocasiones expresiones como: “a mi me perdonan, pero soy bien sincero”, “discúlpame, pero te lo tengo que decir, porque la sinceridad es lo mío”, “te lo voy a decir por tu bien”, o el típico “con todo respeto”. Normalmente, la emisión de estas frases suele ser la antesala para dar un zarpazo directo al ser de una persona.

¿A qué me refiero con un zarpazo directo al ser de una persona? A que es muy frecuente que cuando alguien comete un error o hace algo que no está acorde a lo que nosotros pensamos que “debe” ser, nuestra manera de reaccionar es dirigiéndonos a esa persona con frases al estilo de: “eres un incompetente”, “eres incapaz”, “eres un fraude”, “eres imposible”, es decir, nos enfocamos más en atacar a la persona que en explorar la falla o el hecho en sí, buscar la raíz del problema y una posible solución al mismo. Un tip para identificar cuando nos estamos metiendo con el ser de una persona y no con el hacer, es darnos cuenta del uso de una palabra clave: “eres”, como antecedente para ponerle una etiqueta enjuiciadora a la persona. Las personas fallamos, y eso no nos convierte para siempre en incompetentes, incapaces, en un fraude, o en personas imposibles de tratar.

Familias, parejas, amigos y organizaciones trastocan profundamente sus relaciones porque no son capaces de distinguir entre sinceridad y “sincericidio”, por eso la idea de este artículo es brindarles algunas señales que los harán darse cuenta cuando están ante una actitud sincera o “sincericida”.

  • André Maurois, dice que “ser sincero no es decir todo lo que se piensa, sino no decir nunca lo contrario de lo que se piensa”.

La sinceridad es una cualidad que valoramos inmensamente. Tiene que ver con conducirnos desde la verdad y la autenticidad, con interesarnos en el otro y que los otros se interesen en nosotros y poder comunicarnos de manera ágil, fluida y transparente, siendo capaces de decirnos empáticamente qué vemos de nosotros que pudiera contribuir a que seamos mejores personas o mejores organizaciones, o quizá qué podríamos ajustar.

Cuando somos sinceros generamos confianza y sobre esa base podemos  construir relaciones sanas y coordinar acciones de manera productiva.

La sinceridad es ser fiel a lo que creemos e implica que no digamos algo que nos haga sentir que infringimos nuestro propio código.

El opuesto a la sinceridad es la mentira, y la mentira es algo que nos disgusta, nos incomoda y ante lo que respondemos con desconfianza, una receta perfecta para lastimar relaciones.

  • Una actitud “sincericida” se relaciona con una sinceridad excesiva, y como en la mayoría de los casos, los excesos no suelen hacer bien.

Estamos conduciéndonos de manera “sincericida” cuando hablamos sin filtros, creyendo que lo que nosotros pensamos es lo que es y no hay más, cuando creemos saberlo todo acerca de lo que debe ser y no admitimos que quizá hay otras formas de ver el mismo punto.

Podemos percibir una actitud “sincericida” cuando tal parece que la empatía se nos fue por la coladera, y decidimos, más por una necesidad personal, arrojar nuestros juicios a diestra y siniestra, sin la más mínima consideración hacia los demás, y sin importar si los lastimamos u ofendemos.

Trabajar con alguien desde los efectos del “sincericidio”, suele estar regido por la desconfianza, la inseguridad, la desmotivación, la reserva y el miedo, y en muchas ocasiones provoca que se actúe dentro de la organización más por evitar un nuevo ataque “sincericida”, que verdaderamente por compromiso o interés hacia un proyecto.

Silvia Guarnieri  y Miriam Ortiz de Zárate, en su libro “No es lo mismo” plantean que “la diferencia entre sinceridad y “sincericidio” reside en un correcto equilibrio entre las conversaciones públicas (las que tenemos con los otros) y las conversaciones privadas (con nosotros mismos)”.  

Así, lo deseable sería que antes de decir algo consideremos qué queremos lograr realmente al decirlo, qué consecuencias puede provocar, y cómo eso qué diremos abonará a tener una mejor relación con esa persona y resultados más productivos para la organización. Tomemos en cuenta que una vez que salen las palabras de nuestras bocas, ya no podemos devolverlas y tendrán el poder de construir o destruir puentes y formas virtuosas de coordinarnos con los demás.

La próxima vez que tengamos la tentación de actuar de manera “sincericida”, hagamos un ¡ALTO! y pensemos en si eso que vamos a decir, es en realidad necesario decirlo y aportará algo, o simplemente queremos disfrazar nuestros juicios de sinceridad.

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